jueves, 5 de noviembre de 2009

Desorden Público



Es como cuando sales del cine y ya no reconoces la vida.

Max casi no es persona: Un actor ególatra y caprichoso que se preocupa principalmente de lo mal que se siente, de las cosas que necesita; rara vez se da el tiempo de escuchar a alguien. Por lo tanto le resulta desconcertante un incidente en un autobús, donde se enfrasca en una pelea con una mujer que, él cree, está leyendo en voz alta, importunándolo.
Primero piensa que fue un performance. Una tarea de unos estudiantes de teatro, pero él sigue escuchando lo que piensan las personas. Sus deseos, miedos, angustias, indecisiones.
Los personajes con la universalidad. El niño genio que desea los pechos de la novia de su padre, la señora con baja autoestima que desea todo lo que no tiene, el hombre común enamorado de su esposa, que teme la fragilidad de su existencia. Todos son fragmentos de ellos mismos que brillan en el momento que se muestran. Incluso Max, deseoso de apartarse de su nueva habilidad descubrirá cómo, escuchando a los demás, se completa a sí mismo.
La obra mantiene un tono de comedia fresca y sin malicia. En general su propuesta contiene una honestidad pocas veces vista. Honestidad que envuelve la técnica narrativa: Mostrar las respuestas más coherentes a problemas absurdos, y sin embargo reales, que casi nunca podemos ver en las personas que caminan junto a nosotros.

Aunque se desfrutan más las escenas uno contra uno, ya que en las comunales se basan en monólogos múltiples, la puesta en escena se desliza ágilmente, por lo que no hay un clímax dramático, sino más bien, difuminado. Su error es caer en la necesidad de darles a los actores más o menos el mismo espacio, cayendo en la repetición. Hay una sensación constante de estar viendo un ejercicio teatral, que es una tarea escolar, lo que le otorga limpieza y vanguardismo, pero le resta profesinalidad.
El final es conmovedor. El lenguaje poético y la dirección de escena lleva al espectador a un punto frágil y moldeable, donde todas las justificaciones se vuelven verosímiles y todos los personajes pierden la realidad para alcanzarse a sí mismos dentro de su fatalidad, conservándose en su destino.

http://twitter.com/frasalazar

Autor: Evelyne de la Chenelière
Dirección: Hugo Averrillaga
Con: Alejandra Chacón, Raymundo Elizondo, Mauricio Garmona, Angélica Morales, Sara Pinet, Miguel Romero, Rebeca Trejo.
Funciones: Miércoles 20 horas.
Teatro: La Capilla (Madrid 13, Coyoacán)
Precios: $100, aplican descuentos.

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